Cuántas veces no nos damos cuenta de la suerte que
tenemos por tener una casa para vivir, agua, comida, ropa; cosas que como nos
resultan habituales no se reflejan en nuestro día a día.
El simple hecho de dar gracias por lo que tenemos y
acordarnos por las personas que no tienen nada hace de nosotros mejores
personas. Hay mucha gente en el mundo, y sobre todo niños, que carecen de los
recursos necesarios para, simplemente, levantarse por la mañana y comenzar un
día nuevo.
Una de las causas más frecuentes de mortalidad
infantil son las enfermedades y la falta de alimentación. También, pero en menor número, están personas de mayor edad, que en tiempos de crisis, no
encuentran cobijo en ningún lado y los podemos ver en las calles, en las
esquinas y porches de los edificios.
Todo esto que estoy contando es la propia realidad
que nos rodea diariamente, que con un poco de generosidad y no derrochando el
dinero en cosas inútiles e innecesarias, produciendo una sociedad de consumismo
comprando cosas por comprar, ayudaríamos a los países menos desarrollados. Ahora más que nunca, a pesar de la situación económica de España, hay que tener presente a los
países del tercer mundo y a la gente que no tiene para comer y para vivir,
conformándose con lo poco que tienen, aprovechándolo al máximo hasta que es
completamente inservible.
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